Que el urbanismo ha encontrado pleno acomodo en el Registro de la Propiedad y que ya no se concibe una ordenación territorial sin su constancia en los folios hipotecarios, es una idea generalmente admitida y constatada de modo pleno por la práctica.

La Ley Hipotecaria nació en plena época individualista y bajo los principios entonces vigentes de una economía liberal y por ello se centró su esencia y razón de ser tan solo en el reflejo de la titularidad del propietario y la defensa de sus derechos sobre las fincas. Pocos podían pensar en 1861 que al correr de los años el Registro podría también constituir el mejor medio de publicidad efectiva para encauzar y garantizar los fenómenos urbanísticos que, con un tinte marcadamente social, caracterizan la propiedad de nuestros días.

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