El defectuoso conocimiento de la prenda irregular (derivado, a su vez, de la falta de estudios completos y en profundidad sobre la misma) se traducía en que nuestros Tribunales casi siempre hayan, sustancialmente, ignorado sus posibilidades aplicativas. Situado ante supuestos en que su aplicación procedía o, al menos, resultaba opinable, el Tribunal Supremo se ha limitado frecuentemente a negar la existencia de una prenda regular (con sus efectos propios), sin llegar siquiera a considerar la posible existencia de una prenda irregular (con sus efectos garantísticos peculiares, enteramente diversos de los que lo son de la prenda regular). Por tanto, la insatisfactoria situación aplicativa a que conducía la penuria de los estudios sobre la materia, se parecía mucho, a pesar de la presencia de la figura en el tráfico (particularmente, en el sector bancario), a la práctica falta de virtualidad garantística de la prenda irregular, no tanto porque se le negase caprichosamente esa virtualidad, sino por que los tribunales no sabían detectar la presencia de esta figura (yendo más lejos de la simple negativa de la existencia de una prenda regular) para señalarle, así, sus efectos garantísticos propios (que nadie, desde luego, discute).

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